Escrito por Mixtli Cano Moreno
La masculinidad no es un hecho biológico, ni es la manifestación de una esencia con la que nacemos. La masculinidad es un concepto moderno e histórico, que evoluciona a lo largo del tiempo. Sólo cobra sentido en relación con la feminidad y no puede ser definida de manera absoluta.
¿La masculinidad es un hecho de la naturaleza?
El Instituto de Masculinidades y Cambio Social cómo la idea de que existen solo dos sexos es una construcción cultural:
“Los seres humanos nacemos con diferentes características corporales, como resultado de procesos que sí son biológicos. Entre ellas, nacemos con diferentes genitales. Sin embargo, es la cultura en que nacemos, y no la naturaleza, la que hace de las diferencias genitales LA DIFERENCIA (que llamamos diferencia sexual) que nos clasifica y divide entre machos (quienes nacen con pene) y hembras (quienes nacen con vagina). Esta clasificación entre machos y hembras, entonces, no es un mero hecho biológico, sino una interpretación cultural que hace que toda la variedad de cuerpos sea reducida a dos únicos sexos” .
De esta manera, se socializa a las personas con pene en la “masculinidad” y las personas con vagina en la “feminidad”. Las personas que se identifican con el género que les fue asignado al nacer, se consideran personas cisgénero. En cambio, las personas trans (travestis, transexuales y transgénero), se identifican y perciben en un género distinto al que les asignaron al nacer.
Sin embargo, nuestras formas de actuar, de ser, de sentir no responden a diferencias naturales entre los varones y las mujeres, sino que son resultado de lo que llamamos socialización de género.
La socialización de género trata de cómo nos enseñan y educan sobre lo que se considera masculino o femenino, según la cultura y la época en que vivimos. Aunque estas ideas están arraigadas en costumbres, tradiciones y religiones, pueden cambiar. La socialización de género es un proceso que ocurre a lo largo de toda la vida en lugares como la escuela, el vecindario, los medios de comunicación, las instituciones, las familias y los amigos.
¿Qué es la masculinidad hegemónica?
Este modelo de masculinidad dominante configura subjetividades (la manera de ser), corporalidades, prácticas y expectativas a una forma ‘verdadera’ de ser hombres.
La masculinidad es relacional, existe sólo en contraste con la feminidad.
La masculinidad no es estática ni atemporal, es histórica.
La masculinidad educa a los varones en ciertos mandatos y prácticas.
La masculinidad en singular -que no reconoce otras expresiones de masculinidad ni cuestiona el término- es un mandato. Es decir, un conjunto de normas, de prácticas y de discursos, que otorga a los varones -especialmente, cisgénero y heterosexuales- una posición social privilegiada respecto de otras identidades de género.
Existe un tipo de masculinidad que es más deseable que otras para la cultura patriarcal y
cualquier interpretación que no se alinee con esa norma o guión dominante será situada en un lugar de inferioridad:
Se pretende que las personas masculinas sean varones cisgénero.
Se espera de ellos que sean heterosexuales.
La mayoría de los varones son condicionados a construir su identidad mostrando una férrea oposición a una idea de feminidad asociada a la debilidad, sensibilidad, indefensión, etc.
¿Se aprende a “ser hombre”?
La masculinidad hegemónica está tan arraigada en los discursos dominantes, que su construcción se invisibiliza como tal. Es decir, se “normaliza” la masculinidad hegemónica como si fuera un modelo único y superior.
La noción de género, según la perspectiva de Joan Scott que la describe como la "relación primordial de poder", es moldeada por la predominancia del sistema patriarcal, que conduce a considerar a mujeres y niñas como individuos que requieren tutela. Este fenómeno contribuye a la configuración de un modelo específico de masculinidad en la sociedad.
El rol de proveedor:
La función reproductora de la masculinidad no solo implica la transmisión de características tradicionalmente asociadas a lo masculino, sino que también naturaliza roles específicos. Uno de estos roles destacados es el de proveedor, vinculado estrechamente con la adscripción de las mujeres al ámbito del hogar y el cuidado familiar.
El papel de los pares en la construcción de la masculinidad hegemónica:
La masculinidad no es simplemente un concepto abstracto; se practica, se demuestra y se consolida en los grupos de pares. Los hombres, son observados por otros hombres y se ven obligados a mostrar y representar su masculinidad. Este proceso crea un miedo persistente a quedar excluido del grupo, motivando cada gesto, práctica y palabra en el proceso de "hacerse varones".
La virilidad:
La virilidad, considerada como una expresión de la sexualidad activa, se construye y reconoce ante la mirada de otros hombres que actúan como examinadores de una "verdadera masculinidad".
Jerarquía Interna de poder en las masculinidades:
Las masculinidades normativas, que se acercan con éxito a encarnar los mandatos tradicionales, contrastan con las masculinidades subordinadas.
¿Qué relación tiene la masculinidad hegemónica con la violencia de los hombres?
La socialización de género, que confiere a los hombres mayores ventajas en ámbitos sociales, sexuales y económicos, puede dar lugar a que perciban a las mujeres y diversidades de género de manera desigual, excluyéndoles de considerarles como sus iguales.
Así, los hombres no aplican los mismos principios éticos hacia elles que sí tienen para con sus pares masculinos, amigos, vecinos o aquellos de su mismo grupo étnico o cultural.
Esta falta de inclusión puede resultar en una carencia de empatía hacia las mujeres y en la incapacidad de comprender y compartir sus experiencias y dificultades.
Según la perspectiva de Michael Kaufmann (1989), dentro del marco de la masculinidad, la violencia puede manifestarse como una tríada en diferentes niveles:
Violencia contra mujeres, niñas y niños: se manifiesta a través de diversos tipos de violencia y abuso, como la imposición de la fecundidad, la ausencia paterna, la violencia verbal, psicológica, económica y sexual, entre otros.
Violencia contra otros hombres: incluye accidentes de tránsito, homicidios, lesiones, peleas o disputas, la conquista de parejas ajenas. Aborda la homofobia como una forma clara y perjudicial de violencia interpersonal.
Violencia contra uno mismo: se manifiesta en comportamientos como suicidios, alcoholismo, consumo de sustancias y adicciones, enfermedades psicosomáticas, y la negligencia del cuidado personal debido a la falta de autocuidado.
“Las sociedades dominadas por hombres no se basan solamente en una jerarquía de hombres sobre las mujeres, sino de algunos hombres sobre otros hombres. La violencia o la amenaza de violencia entre hombres es un mecanismo utilizado desde la niñez para establecer ese orden jerárquico”, explica.
Así, la tríada de violencia masculina, tiene lugar en un contexto propicio para la violencia: la estructura y las expectativas de sociedades patriarcales o controladas por hombres. Lo que ha arraigado la violencia como una práctica común, normalizándola en las interacciones humanas, es la forma en que se ha integrado en nuestras ideologías y estructuras sociales.
Un caso de estudio en Guatemala
En el año 2015, desde el Programa de Estudios de Género y Feminismos de la FLACSO-Sede Académica Guatemala, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), se desarrolló la investigación “¡Me cambió la vida! Uniones, embarazos y vulneración de derechos en adolescentes”.
Fue un estudio de carácter cuantitativo y cualitativo, con el objetivo de comprender las causas, manifestaciones y consecuencias de las uniones y embarazos en mujeres adolescentes que acudieron durante el 2012 a los servicios de salud del primer y segundo nivel de atención. Los resultados se publicaron como ¿Cuál es el problema? Masculinidades hemogénicas y su influencia en uniones matrimonios y embarazos en niñas, adolescentes y jóvenes.
En el estudio, se planteó uno de los interrogantes fundamentales centrado en la masculinidad hegemónica y cómo se configura durante el proceso de socialización masculina. Además, se buscaba comprender las percepciones, sentimientos, actitudes y prácticas relacionadas con tres dimensiones clave que constituyen dicha masculinidad. Estas dimensiones impactan significativamente en prácticas vinculadas a matrimonios/uniones, embarazos y violencia sexual dirigida a niñas, adolescentes y jóvenes. Caracteriza la construcción de las masculinidades en base a las siguientes expresiones:
“Naturalización de la violencia y discriminación contra las mujeres, niñas y adolescentes.
Consideración de los cuerpos y las vidas de las mujeres, niñas y adolescentes como propiedad y posesión. Los cuerpos como territorios para que otros se los apropien.
Control de la sexualidad de las mujeres, niñas y adolescentes para procurar y limitar los comportamientos que se salen de la norma y favorecen la autonomía.”
Los descubrimientos de "¡Me cambió la vida!" destacaron la urgente necesidad de seguir desentrañando las prácticas patriarcales que limitan y afectan los planes de vida de las niñas y adolescentes.
En conclusión, la masculinidad hegemónica, lejos de ser un hecho biológico, se revela como una construcción cultural moldeada por la socialización de género a lo largo de la vida. Este modelo normativo, que establece expectativas y roles específicos para los hombres, conlleva la naturalización de la violencia y discriminación hacia las mujeres y diversidades de género.
La jerarquía interna de poder en las masculinidades, impulsada por la presión de los pares, contribuye a la creación de un ideal de masculinidad que limita la expresión y la libertad individual.
La conciencia y comprensión de estas estructuras patriarcales ofrecen la oportunidad de desafiarlas y trabajar hacia una masculinidad más inclusiva y respetuosa. Es crucial continuar desmantelando los estereotipos de género y fomentar un diálogo abierto para construir sociedades donde la igualdad y el respeto prevalezcan.
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